Un mes de vida, tres semanas de aire de mar, una abuela toda para el, un bautismo, una fiesta, muchas visitas, muchos amigos y hasta algún "abandono" abajo de la sombrilla de frente al mediterráneo italiano con el ojo de algún amigo que lo cuidaba.
Mucha paz, pocas lágrimas, muchas noches dormidas para el y para mi.. una hermanita que lo adora, lo cuida, lo protege, muchos "ritos" con su abuela que en tres semanas reunió los mimos de un año entero, entre siestas y bañitos, mimos que el decidió pagar con sus primeras sonrisas cuando apenas tenía tres semanas; una nona italiana que insiste en que nos equivocamos de nombre, que deberíamos haberlo llamado Angel.
Pero lo cierto es que aún lo seguimos llamando Tato, hasta que Marco o Gael tomen la forma de su carita, de sus gestos de sus expresiones de serenidad, esa que nos trasmite cada vez que lo miramos, o que nos mira y con su muequitas nos sonríe.
Y si, porque hasta ahora el piccolo Marco decidió entrar a nuestras vidas haciendo el menor ruido posible, como pidiendo permiso para no provocar una invasión en nuestros ritmos, nuestros horarios, nuestras horas de sueño, buscando su lugar entre nosotros, el lugar del mas chiquito, del hermanito menor. Aunque su lugar ya lo tiene, sin necesidad de ganarlo..
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