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sábado, 4 de enero de 2014

No sabía que no sabías patinar!

Esa fue la última frase memorable de Maia de esta tarde.
Hoy después de semanas de pedidos de ella de ir a patinar, acepté la invitación de la mamá de una amiguita de su escuela y fuimos a una pista de hielo cercana.
Como ella no sabe patinar, y no podía hacerlo ni siquiera con el sostén (un pingüino en este caso), decidí pagar la hora, meterme los patines y con toda la soltura del mundo, entrar en la pista...
Solo que no podía encontrar el equilibrio... Asi que, sosteniéndome de las barras laterales llegué hasta el pingüino con Maia y de ellos me sostuve para aventurarme al centro de la pista (siempre sin recuperar el equilibrio) mientras mis piernas no encontraban un modo decente de moverse sobre el hielo.
Hasta que en un momento el poco equilibrio que me sostenía en posición vertical desapareció, y ni siquiera el pingüino me pudo ayudar a caer hacia a atrás prácticamente derecha golpeando la cabeza contra la pista..
Me levanté asustada por el golpe en la cabeza y al ver las casi lágrimas en los ojos de Maia minimizé el dolor y salí despacio (esta vez encontrando el equilibrio) hacia fuera de la pista tratando de no mirar a nadie, y mientras lo hacía y algunos me preguntabann si estaba bien, me doy cuenta que hasta Marco (el mas chiquito de dos años y medio), que estaba afuera con el resto de las mamás, me señalaba diciéndoles que me había apenas caído...
Y yo, alguna vez, sabía patinar!

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