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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Ella y el

Ella y el finalmente duermen. Y dormirán seguramente toda la noche como todas las noches hasta que mi despertador suene a la hora de levantarme para darle la teta a el, media hora antes de la hora en la que sonará de nuevo para despertarla a ella. Porque si, esta mamá con sus raros hijos, tiene que poner el reloj para despertarlos, porque si fuera por ellos, estaríamos con el calendario lleno de larguísimas mañanas con la cabeza en la almohada.

El, siempre sereno, tranquilo no nació para comer de noche y después de intentarlo las dos primeras semanas de vida me di cuenta que su ciclo era ese, comer de día y dormir de noche, dejándome dormir a mi también. Con estos ritmos podría hasta crecer menos de lo normal, pero considerando sus casi 8 kilos a los 4 meses podría decir que parece todo menos un bebè desnutrido.
Ella lo adora, lo cuida y si nos descuidamos hasta prueba a darle ella misma ese único biberón del día (ese que nos reservamos para los horas críticas de la jornada, la de la pre-cena!).

El se queda conmigo todas las mañanas mientras ella va (o baja) a la escuela. Porque la escuelita de Maia está acá abajo y cuando después del almuerzo salen a jugar al jardín yo me divierto espiándola desde el balcón. Y no alcanzaron todas las veces que le pedí que cada tanto mirara el balcón desde donde Luna ladra, porque a ella no le interesa mirarnos cuando está jugando con sus amigas!..

Ella, a la salida de la escuela, se trae sus amigos a jugar a casa no menos de dos veces a la semana. Van a su habitación y pasan el tiempo entre libros, cocinitas, juegos, mientras el se queda casi siempre en el living conmigo.  Y si no son sus nuevos compañeros, organizamos encuentros con sus dos "viejas! amigas,  Sofia y Chloé.


Ella me habla y me habla cada día mas en "argentino" como le gusta decirlo y yo aún prendo chispitas de alegría cuando la escucho hablar así, tanto que hace dos noches escuché un Mamá vení en el medio de la noche y fue como despertarme con cosquillas de mariposas. Podría haberla dejado llamándome un par de minutos hasta que se volviera sola a dormir, pero me levanté contenta y me fui a dormir un ratito a su cama.

Cuando llega la hora de dormir los tres nos vamos a la cama, elijo un libro para leerle a ella, ponemos a el en el medio de las dos, y nos reímos de cuánto le gusta escuchar las historias que leo.  Casi, casi le gustan tanto como a ella!

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